pisar las calles nuevamente

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Todo es como un sueño. ¿Quieres que sea real? Pero te despiertas por la noche y solo puedes llorar. Te pasas la vida esperando ese momento… que nunca llega.

Aquel día en el que surcando charcos, barro y verde en la cuestas de la calle de Segovia, sola, asida a los auriculares, en el que Nadia soñó habitar en esa ciudad, y no despertó hasta hacer ese sueño realidad, aquel día en el que paseó por esas calles empedradas, mojadas, sintiendo dejar su huella en cada una de las piedras que pisaba, para que no olvidaran la promesa que quería dejar impregnada en cada uno de sus pasos, para dejar marcados sus latidos: «Volveré a pisar estas calles nuevamente, y será para siempre, para quedarme, lo haré a diario, formarán parte de mi ruta diaria, serán mis calles, mis cuestas, mis piedras, mis pisadas, mis huellas». Aquel día brillante, lluvioso, iluminó cada una de sus noches en aquella hermosa ciudad, noches dulces y amargas, tristes y felices, apasionadas y solitarias. Aquel día, en aquella hermosa ciudad.

Escucha… «No surrender. Videodrome«

Fui el otro día a buscarte a tu casa. Tu madre me dijo que te habías ido. Me dijo que yo tampoco podía haberlo evitado. Que ninguna palabra habría servido…

Aquel día lo vive de nuevo en su nueva ciudad. La lluvia, la música, las piedras brillantes, los susurros de aquel día vuelven: «Quédate, ya estás aquí, de nuevo pisando estas calles nuevamente, sola, fuerte, apasionada, recordando, sí, y llorando, y sientiendo, estás viva, sobrevives».

Escucha… «No surrender. Videodrome»

Nos gustaba la misma música. Nos gustaba la misma ropa. Nos decíamos el uno al otro que éramos los más salvajes, los más salvajes que habíamos visto nunca. Ahora desearía que me lo hubieses contado, haber podido hablar contigo, simplemente para decirte adiós.

Esta noche oigo la batería del vecino y puedo sentir mi corazón latiendo. Dices que estás cansado. Que simplemente quieres cerrar los ojos y dejar de perseguir tus sueños. Pero hicimos una promesa que juramos recordar siempre. Sin retirada, cariño, sin rendición. Como soldados en una noche de invierno con un juramento que defender. Sin retirada, cariño, sin rendición.

Caminábamos bajo la lluvia hablando del dolor que ocultábamos al mundo… Ahora no hay nadie, ni habrá nadie que pueda entenderlo… como tú lo entendías.

Nadia nubla su vista, deja que la lluvia resbale en su mirada, que ya no ve más que lágrimas confundirse con la fina lluvia cayendo en la ciudad. «No es nada, solo la vida, que nos regala agua para limpiar recuerdos, dejarlos brillar y embellecerlos, borrar el rencor, difuminar la nostalgia, brotar el amor sentido, la sonrisa que entonces dibujaba su rostro al pasar por aquella plaza, aquel bar, al mirar por aquella ventana de la hermosa ciudad.

Vuelve a casa, vuelve a escuchar ese susurro dulce de su corazón, y perdona, y recuerda la música que quedó grabada para siempre en el alma de aquellas piedras que pisamos juntos, y que dejó su huella feliz, brillante, apasionada, con la que seguir adelante, pisando las calles nuevamente.

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