vuela, vuela, vuela

el

Nadia amarra fuertemente sus sueños, que no escapen por la ventana, corran solos y desnudos por la calle y se atrevan a tomar vida propia. Los ata en sus pensamientos con la esperanza de que sólo sean temores, mala conciencia, sentimientos de pena y dolor descarnado, amor y deseo apasionado, revoloteos de las entrañas, amarguras pasadas, lágrimas que vendrán… pero no, no lo consigue. Sus sueños se escapan, salen a gritos por la puerta, bajan las escaleras, corren a la calle, giran la llave de la realidad… y exclaman: «Lo sabía, lo sabía, lo sabía!». No sabe Nadia si fue antes la realidad que el sueño, antes el sueño que la realidad. ¿Lo escuchó al llegar?¿Soñó en voz alta?¿Alguien vigilaba?Antes de soñar, la premonición, su destino en manos de sus sueños. Ahora obedecerá su voz interior, la misma que le dijo en una noche de terror: «Vuela, vuela, vuela…»

Deja un comentario